MADRID.- Al confesar a cuatro jóvenes peregrinos de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), el Papa puso el acento sobre el sacramento de la penitencia, ignorado por muchos fieles y percibido de forma sospechosa por la sociedad civil debido al secreto que protege la confesión de crímenes como la pedofilia.
Es la primera vez que en el marco de una JMJ un Papa administra él mismo este sacramento, pero durante toda esta fiesta de la juventud católica han estado llenos los 200 confesionarios temporales instalados en el parque del Retiro madrileño. Para Benedicto XVI, este sacramento por el que Dios, mediante el sacerdote, da su perdón al pecador, es central en la vida cristiana, y supone una iniciativa de arrepentimiento y reconciliación.
Como ya lo hizo Juan Pablo II , Benedicto insistió para que se haga de manera seria. Al anunciar la pasada semana el otorgamiento de una indulgencia plenaria (perdón de las faltas) para los peregrinos, tradicionalmente acordada en cada JMJ, el Vaticano precisó que este perdón de los pecados sólo sería válido si el peregrino se confiesa.
La confesión resistió mal al terremoto que supuso la apertura de la Iglesia en el Concilio Vaticano II (1962-65). Antes de eso, era sinónimo de una lista de pecados que se confiesa a un sacerdote invisible tras la rejilla de un confesionario. Una iniciativa a menudo traumatizante.
La Iglesia del post-concilio insistió en el carácter voluntario de la confesión, renombrándola como "sacramento de la reconciliación". Sin embargo, este "sacramento de penitencia" es visto con recelo por la sociedad laica debido a su pasado. Permitió a malos sacerdotes controlar a sus fieles, ejercer una manipulación mental, crear angustia en jóvenes frágiles y, sobre todo, ha sido a menudo, durante confesiones en colegios, cuando se han cometido actos pedófilos en diversos países. (AFP-NA)